Nuestro carisma : la caridad
El 12 de mayo de 1842, Marie Louise Angélique Clarac vistió el hábito de las Hijas de la Caridad y dijo al Señor: «Señor ayúdame a hacer de mi vida un canto de amor para Ti, para darme enteramente al servicio de los hermanos los más pobres…».
Ella seguirá siendo fiel a su promesa todo su vida, tomando a la letra la exhortación de Jesús: «Lo que hicieron con uno de los más pequeños de estos mis hermanos, me lo hicieron a mí».
Madre Clarac entendió y vivió la esencia del Evangelio. Abrió talleres, oratorios, guarderías, orfanatos, clínicas, escuelas, servicios de pastoral juvenil, aliviando las miserias de los más pobres y apoyando a la juventud para colmar sus necesidades materiales pero sobre todo espirituales.
Iniciando su apostolado en Turín, decía: «La lucha contra el analfabetismo debe ser una de las primeras obras de caridad para ayudar a los pobres a salir de su situación». Poco después, abrió una clínica donde los enfermos acudían cada día para ser atendidos.
La caridad, este don otorgado por la gracia divina, que impulse a amar desinteresadamente, es nuestro carisma. Cada religiosa lo práctica hacia su prójimo; brota del amor que ella siente para Dios.
También hoy en día las hijas de Madre Clarac ven la vulnerabilidad de los jóvenes, de los enfermos y los ancianos. Se preocupan de sus necesidades, ofreciendo acompañamiento espiritual, pero también oportunidades para la educación, el trabajo y la atención médica.
Las hijas de Madre Clarac tienen un acercamiento simple y sincero a las personas que ellas encuentran y una actitud de apertura y acogida frente a toda diferencia. Tienen una confianza firme en la Divina Providencia, reconociéndose siempre amadas y escuchadas por el Padre.
Las hijas de Madre Clarac viven una vida normal y en común; dedican su apostolado para expresar con gran celo el amor de Dios y dar a conocer Su obra mediante el ejercicio de la caridad en todas formas.
El carisma de Madre Clarac entonces sigue siempre vivo y presente, porque cada una de sus hijas sabe apropiárselo y hacerlo presente, con toda sencillez, en su ambiente de apostolado.
Amar al Señor, hacerlo amar, ser la presencia de Dios en la tierra, ofrecer pequeñas alegrías y dar la paz de Cristo; esto es a lo que es llamada cada una de las Hermanas de Caridad de Santa María.